Je pense encore à l´Espagne.
Le président Azaña mourant,
en Andorre je crois, disait:
"Comment s´appelle ce pays..., vous savez bien,
ce pays dont j´étais président de la République...?"
Valga este fragmento de Antimémoires de André Malraux para traer hoy a colación la empresa humana de un político español todavía no suficientemente reivindicado, sino -antes bien- sometido aún a la tergiversación interesada de aquellos que siguen aborreciendo, en la misma medida en que lo temen, el alcance de una de sus máximas: la cuestión es siempre la misma: querer la libertad o no quererla.
Vuelvo al fragmento de Malraux: siempre me han impresionado estas ficticias palabras que el autor francés atribuye a Don Manuel Azaña por ser perfectamente aplicables a uno de sus posibles últimos momentos cuando, prácticamente desahuciado por los médicos, odiado con la mayor de las inquinas por unos y olvidado con la mayor de las incomprensiones por otros, agoniza ya en el exilio, en un hotel de Montauban, defendido por la diplomacia de las autoridades mexicanas frente a los agentes nazis que cerca le acechan.
Son las palabras, plausibles, de un hombre fracturado por el desarrollo y el desenlace de una de las mayores tragedias de la historia de España; es un hombre roto, dolorido, que en los desvaríos producidos por la proximidad de la Parca, olvida…
Para no olvidar, tal vez, su obra y su significación histórica en el seno del liberalismo y de la democracia españolas, se nos anuncia la nueva edición de sus obras completas. El Centro de Estudios Políticos y Constitucionales -junto al Ministerio de la Presidencia del Gobierno- dirigido por José Álvarez Junco y Javier Moreno Luzón –presidente y vicepresidente respectivamente- tuvo la inteligente iniciativa, bajo la coordinación del historiador Santos Juliá, de acometer esta tarea que hoy puede definirse como casi definitiva, por cuanto añade a ediciones anteriores (muy destacable la de Juan Marichal en ediciones Oasis, México, entre los años 1966 y 1968) nuevos documentos y materiales inéditos (algunos de los cuales les fueron robados al ex-presidente Azaña por el régimen franquista o la misma Gestapo).
Bien merece la pena aproximarse a esta nueva edición: nadie como Don Manuel Azaña supo encarnar y ejemplificar, desde su condición de Ministro de la Guerra, Presidente del Gobierno y Presidente de la II República, sucesivamente, la experiencia democrática republicana como proyecto y realidad vertebrados en torno a una radical transformación de las estructuras e instituciones sociales, políticas y económicas que la España de aquella época demandaba en clave liberal y democrática. Un objetivo: “Adelantar la civilización en España”; y una doble oposición a este objetivo: la reacción inmovilista bajo todas sus formas (desde el conservadurismo hasta el fascismo, pasando por los monárquicos de diversa laya) y la insensatez revolucionaria de las organizaciones de clase, sostenedoras de representaciones finales –y, por tanto, totalitarias- de la historia.
Hoy, cuando ambas concepciones han fracasado, volver a la lectura de las páginas de esta ingente obra que transpiran una inteligente lucidez democrática, se hace cada día más urgente y necesario. No han sido pocos los políticos actuales de diversas procedencias, pero en todo caso de destacada significación, que han dicho encontrar en dicha lectura la máxima expresión del pensar y el hacer democráticos, recomendando igualmente un acercamiento a su obra (por ejemplo, fue reclamado en su momento como claro ejemplo del patriotismo constitucional). No es poca, también, la sensación que te queda, al ver el panorama político actual anclado en la crispación, de que bien poco entendieron.
Hoy, cuando el ruido no deja espacio a la reflexión, cuando resulta ensordecedor el griterío de los patriotismos varios y el tremolar de banderas oculta que la sola ley democrática –la que todos libre y conjuntamente nos hemos dado- merece la pena ser (y debe ser) blandida, no está de más acercarse a una de las fuentes españolas de la sana teoría liberal y democrática, Don Manuel Azaña, y decir junto a él: “La patria es el espacio de mi libertad”.
F. Cuberos.
Vuelvo al fragmento de Malraux: siempre me han impresionado estas ficticias palabras que el autor francés atribuye a Don Manuel Azaña por ser perfectamente aplicables a uno de sus posibles últimos momentos cuando, prácticamente desahuciado por los médicos, odiado con la mayor de las inquinas por unos y olvidado con la mayor de las incomprensiones por otros, agoniza ya en el exilio, en un hotel de Montauban, defendido por la diplomacia de las autoridades mexicanas frente a los agentes nazis que cerca le acechan.
Son las palabras, plausibles, de un hombre fracturado por el desarrollo y el desenlace de una de las mayores tragedias de la historia de España; es un hombre roto, dolorido, que en los desvaríos producidos por la proximidad de la Parca, olvida…
Para no olvidar, tal vez, su obra y su significación histórica en el seno del liberalismo y de la democracia españolas, se nos anuncia la nueva edición de sus obras completas. El Centro de Estudios Políticos y Constitucionales -junto al Ministerio de la Presidencia del Gobierno- dirigido por José Álvarez Junco y Javier Moreno Luzón –presidente y vicepresidente respectivamente- tuvo la inteligente iniciativa, bajo la coordinación del historiador Santos Juliá, de acometer esta tarea que hoy puede definirse como casi definitiva, por cuanto añade a ediciones anteriores (muy destacable la de Juan Marichal en ediciones Oasis, México, entre los años 1966 y 1968) nuevos documentos y materiales inéditos (algunos de los cuales les fueron robados al ex-presidente Azaña por el régimen franquista o la misma Gestapo).
Bien merece la pena aproximarse a esta nueva edición: nadie como Don Manuel Azaña supo encarnar y ejemplificar, desde su condición de Ministro de la Guerra, Presidente del Gobierno y Presidente de la II República, sucesivamente, la experiencia democrática republicana como proyecto y realidad vertebrados en torno a una radical transformación de las estructuras e instituciones sociales, políticas y económicas que la España de aquella época demandaba en clave liberal y democrática. Un objetivo: “Adelantar la civilización en España”; y una doble oposición a este objetivo: la reacción inmovilista bajo todas sus formas (desde el conservadurismo hasta el fascismo, pasando por los monárquicos de diversa laya) y la insensatez revolucionaria de las organizaciones de clase, sostenedoras de representaciones finales –y, por tanto, totalitarias- de la historia.
Hoy, cuando ambas concepciones han fracasado, volver a la lectura de las páginas de esta ingente obra que transpiran una inteligente lucidez democrática, se hace cada día más urgente y necesario. No han sido pocos los políticos actuales de diversas procedencias, pero en todo caso de destacada significación, que han dicho encontrar en dicha lectura la máxima expresión del pensar y el hacer democráticos, recomendando igualmente un acercamiento a su obra (por ejemplo, fue reclamado en su momento como claro ejemplo del patriotismo constitucional). No es poca, también, la sensación que te queda, al ver el panorama político actual anclado en la crispación, de que bien poco entendieron.
Hoy, cuando el ruido no deja espacio a la reflexión, cuando resulta ensordecedor el griterío de los patriotismos varios y el tremolar de banderas oculta que la sola ley democrática –la que todos libre y conjuntamente nos hemos dado- merece la pena ser (y debe ser) blandida, no está de más acercarse a una de las fuentes españolas de la sana teoría liberal y democrática, Don Manuel Azaña, y decir junto a él: “La patria es el espacio de mi libertad”.
F. Cuberos.
Documentos sobre la nueva edición:
- El País.
- Público.
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