"Ser liberal es, precisamente, estas dos cosas:
primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo;
y, segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que,
por el contrario son los medios los que justifican el fin.
El liberalismo es, pues, una conducta y, por tanto, es mucho más que una política"
Gregorio Marañón
El pasado día 23, en el diario "El País", el escritor Manuel Rivas nos regalaba un interesante artículo de opinión; en la medida en que ofrece una certera descripción de una parte de la realidad política, no sólo de cuanto sucede en los EEUU, sino muy especialmente aquí en España, quiero reproducirlo íntegramente:
Cada vez me gusta más la palabra liberal. Hubo un tiempo, no tan lejano, en que se empleaba como distinción frente a la izquierda intervencionista. Un ojal en la derecha. Margaret Thatcher, que más bien se parecía a una coliflor de Grantham, en el este de Inglaterra, la llevaba como una orquídea. ¡Ah, liberal! Toda la derecha se adornaba así. Tal despliegue floral despertaba complejos edípicos en la izquierda jardinera. Se competía por la mano ortopédica e invisible de Adam Smith, que al parecer todo lo arreglaba como un "deus ex machina" de carterista, a pesar de los escrúpulos del pobre Smith. Observamos ahora una curiosa espantada. Ya nadie en la derecha se reclama liberal. Los grandes liberales se han extinguido como los pingüinos gigantes. La noble y españolísima palabra, exportada por los exiliados del XIX a los clubes y pubs londinenses, se ha convertido en una insignia maldita. Recuerda demasiado al espíritu indómito frente a todos los amos. Los candidatos republicanos en Estados Unidos se la sacuden como una pulga. John McCain, el favorito, tiene que proferir varios eructos antiliberales antes de desayunar para contentar a su electorado y jurar que es un auténtico conservador sin pulgas. El calificativo liberal es un estigma sospechoso, radical, propio de cómicos rojos, con perdón de los Padres Fundadores. También hubo un tiempo en que en nuestra derecha gozaba de prestigio, aunque fuera en dudoso embutido mixto: conservador liberal. Cabe el mérito a Aznar de perfeccionar el oxímoron hasta lograr un nuevo canon: el reaccionario liberal. Ahora todos huyen de la pulga. Lástima. Con la bonita letra que le había puesto La Chelito: "Como esa pulga la llegue yo a encontrar les aseguro que me las va a pagar". Parece el colofón de un discurso de Esperanza Aguirre, hasta ahora abanderada liberal. Pero al forrado Manuel Pizarro le ha quedado niquelado un prototipo fantástico: el currante liberal.
Muy lejos lo que aquí se describe de cuanto representa el Centro Democrático Liberal. En el CDL somos "liberales sin complejos".
Somos liberales, ante todo, porque creemos en el ser humano y en su libertad, como causa primera del desarrollo de sus potencialidades en todas las esferas de su vida: personal, familiar, laboral, social, política, etc. Sin más limitaciones que las que marcan las leyes del Estado Social y Democrático de Derecho; "constitución política": derechos y obligaciones iguales para todos los ciudadanos que, libremente, esos mismos ciudadanos han establecido como leyes a través de la participación democrática.
Somos liberales, abundando en esta idea, porque estamos convencidos de que todas las personas -desde un enfoque radical de la democracia- deben ser realmente protagonistas, en plano de igualdad, de su vida, hasta el extremo de que la función y la actividad que en cada momento desarrolle una de ellas o los grupos a los que pertenecen sean consecuencia de una decisión libre.
Retomando parte de la cita de D. Gregorio Marañón, somos liberales en la medida en que nuestro pensamiento y acción políticas, suponen por un lado una tolerancia radical: nuestro reconocimiento al derecho de los otros a la discrepancia. Y, de otro lado, el coraje cívico: defensa a ultranza del principio de soberanía popular e, igualmente, solidaridad con toda la humanidad y sobre todo con los que más sufren. Así, con firmeza, puesto que las personas no se hayan en el ámbito de los medios, sino en el ámbito de los fines: no pueden ser sometidos ni esclavizados por el "capricho" o la violencia ni de nadie ni de nada.
Por todo ello, los fines esenciales de nuestro partido son: 1.º El pleno respeto a los derechos y libertades fundamentales de la persona y la defensa de su dignidad, de su libertad y de su igualdad, y la consecución mediante la acción política del pluralismo social y cultural. 2.° La defensa de la Democracia y del Estado Social y Democrático de Derecho definido en la Constitución, y de la soberanía nacional que reside en el pueblo español. 3.º La defensa de la paz, la justicia y la solidaridad y del progreso social de todos los ciudadanos. 4.º El respeto a los Derechos Humanos entre todos los pueblos y naciones. 5.º La incentivación de la cultura, la solidaridad y el respeto al medio ambiente como derechos inalienables de una sociedad moderna. 6.º La defensa del principio de justicia, con igualdad para todos los ciudadanos. 7.º La promoción de la iniciativa individual reduciendo en la medida de lo posible los monopolios u oligopolios, tanto sean de origen privado como público. 8.º La supremacía de la sociedad civil como forma de respeto a los derechos y libertades de los ciudadanos. 9.º La promoción de la participación del ciudadano en la política y, de la política, en los problemas reales del ciudadano. Y 10.º La promoción del liberalismo democrático y progresista, tanto en España como a nivel europeo e internacional.
Como decía hace meses nuestro actual presidente del CDL, Manuel Alonso, podemos sin complejos reclamarnos herederos del pasado liberal de nuestro país: "Defendemos un centrismo progresista renovado para el siglo XXI. Somos expresión moderna de un pasado centrista y progresista que no dudamos en reivindicar como parte de nuestro patrimonio ideológico: en el campo educativo y cultural, la Institución Libre de Enseñanza, los maestros del 98 y nuestros poetas del 27; en el político, los revolucionarios de 1812, los progresistas de 1836 y 1868, prosiguiendo con los republicanos y federalistas, los regeneracionistas y azañistas, los radicales, la UCD que diseñó la Transición y el CDS del Presidente Suárez".
Efectivamente, sin complejos, podemos mirarnos -y aprender con espíritu renovado para cambiar este presente y anticipar el futuro- en insignes figuras del liberalismo español del pasado: Larra, Unamuno, Giner de los Ríos, Azaña, Ortega, Ossorio y Gallardo, Sánchez Albornoz, Marañón, Madariaga... La lista se haría interminable, y más si añadiéramos los del ámbito internacional.
Los liberales, fuera de algunos "desorientados" que puedan encontrarse en el PP o en el PSOE, estamos hoy -vuelvo a repetir: los liberales sin complejos- en el Centro Democrático Liberal.
Si tan lejos estás de aquellos que conciben a la sociedad como un campo de su propiedad y al Estado como un mero instrumento para preservarla, como de aquellos que quieren una sociedad tutelada y dirigida -aunque sea "paternalmente"- al servicio de un Estado omnipresente, entonces tú estás por una sociedad libre en un Estado libre y eficaz, que pone el acento en el beneficio global -material y "espiritual"- de sus ciudadanos. Entonces tú eres también un liberal y el CDL puede ser tu opción más razonable: "La cuestión es siempre la misma, querer la libertad o no quererla" (Manuel Azaña).
Francisco Cuberos García
Candidato Nº 1 al Congreso
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